viernes, 4 de enero de 2008

Somalia: Secuestradas y humilladas


El calvario de una argentina y una española en un país que no existe


Desde España: Alberto Miguez


Sinceramente y aunque políticamente no sea correcto, no entiendo cómo las organizaciones no gubernamentales de carácter humanitario siguen enviando a su gente, todos voluntarios, a un país como Somalia donde suceden cosas tan terribles como el reciente secuestro de una voluntaria argentina y otra española por un grupo desconocido de asesinos que finalmente lo que pedía era dinero aunque nadie lo dijo claramente.

Mandar a los voluntarios y funcionarios humanitarios a un país como éste es ni más ni menos que un suicidio. Todo el mundo sabe que estas gentes ni van a resolver los problemas pavorosos que tiene el territorio somalí ni por mucho esfuerzo que hagan podrán resolver el problema que tienen los miles de niños, mujeres y ancianos que mueren de hambre y miseria en aquellos lares.
Somalia es un caso paradigmático de fracaso occidental. Fue ocupada por los norteamericanos y las tropas de una coalición europea hasta que, hartos todos de la corrupción, la violencia, la venalidad y el desbarajuste de sus tribus decidieron largarse.

Me temo que si las cosas siguen igual y no mejoran (no hay razón alguna para que mejoren) las ong’s humanitarias, sea cual sea su raiz o matiz terminarán colocando a somalíes y demás tribus de la zona en el “índice” del ranking de países que conviene evitar y que, son cada vez más numerosos en el continente africano.
Alrededor de secuestros como el sufrido por nuestra compatriota y la enfermera argentina también secuestrada se montó un circo diplomático que muchos temíamos desembocara en el pago de un rescate que a su vez serviría para que la gavilla de criminales que gobierna (es un decir) aquel país comprase más armas –que sobran en el mercado internacional- o a su vez preparase nuevos secuestros y otras barbaridades.

Ojalá los dirigentes de organizaciones como Médicos sin Frontera y otras hagan un examen de conciencia en profundidad y acepten que hay lugares en donde, pese a la miseria y el sufrimiento de los más débiles, conviene abstenerse y no enviar a su gente como corderos al matadero. Ojalá dejen a un lado la ridícula pretensión de que todo hombre, tribu o pandilla de asesinos por el mero hecho de atacar,por ejemplo, a los americanos se merecen ayuda y conmiseración.